Tu voz, arquitecta de nubes,
construye puentes en la noche,
nos sobrevuela silenciosa e ingrávida
ajena al constante murmullo de mundo
soportando su cuerpo de humo
como un globo de helio cansado del viaje,
del viento
y del extraño impulso
que lo aleja de todas las manos.
Tu voz hueca y honda
se deja caer sobre el rastrojo.
Todos callan.
Esperan un momento mejor
para decir y decir y hablar
de cosas,
solo de cosas
y cosos indefinibles.
Esperan un momento más adecuado para la guerra.